"Hacia dónde va el mundo"
Es el teórico social más importante de su generación. Anthony Giddens (Reino Unido, 1938) ha agitado el debate y la renovación de las ideas políticas. Ha escrito un capítulo de la historia como inventor de la ‘tercera vía’ –acercar la izquierda al centro–, que llevó a Tony Blair al poder
JOSÉ MARÍA RIDAO 15/10/2006 ( El País)
JOSÉ MARÍA RIDAO 15/10/2006 ( El País)
Es el teórico social más importante de su generación. Anthony Giddens (Reino Unido, 1938) ha agitado el debate y la renovación de las ideas políticas. Ha escrito un capítulo de la historia como inventor de la ‘tercera vía’ –acercar la izquierda al centro–, que llevó a Tony Blair al poder.
La cita es en un café, en una céntrica plaza de Londres. Hace un calor húmedo, y Anthony Giddens llega a la hora prevista, con un atuendo informal. Al ver al fotógrafo se sorprende, pero acepta posar sin objeciones. El café se llena para el lunch, y el murmullo de las conversaciones impide hablar con reposo. Giddens propone entonces continuar en su casa, a pocas manzanas de allí. En el camino posa nuevamente para el fotógrafo. Le saluda con familiaridad el conserje de un edificio cercano, y da su opinión sobre los mejores encuadres. Nada más entrar en casa de Giddens, un piano de media cola con partituras desordenadas encima; un poco más lejos, su escritorio, el desorden relativo de una jornada de trabajo momentáneamente interrumpida.
Usted pasa por ser uno de los intelectuales más escuchados por el poder.
Creo en el papel público del intelectual, aunque genere ciertas ambigüedades. Los académicos te consideran un político, alguien que renuncia a los ideales de su medio, y los políticos, un académico. En cualquier caso, vale la pena. Nunca he lamentado esta ambivalencia.
Recuerda la idea de compromiso.
No se trata de algo muy elaborado. En realidad, sólo pretendo mantener esa ambigüedad, esa ambivalencia. No ser una cosa ni la otra, sino colocar un pie en cada campo. Desde luego, no veo el papel del intelectual en los términos de Sartre. No pienso que se deba perseguir una transformación completa del mundo o de la sociedad. Es preferible limitarse a una pequeña porción. Por lo que a mí respecta, intento conseguir un impacto práctico, aunque manteniendo la independencia y la distancia.
¿Sobrevivirá la ‘tercera vía’ a Tony Blair?
Quizá la expresión tercera vía haya generado cierta confusión, porque permite asociarla a una política particular o a un Gobierno determinado. Pero la tercera vía es para mí algo más amplio: es un intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más basada en los servicios, a un nuevo individualismo.
Se trataría de una actitud, más que de un sistema.
Es una manera de consolidar ciertos valores políticos en un mundo en el que han cambiado muchas cosas. El marxismo era el núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda, pero el marxismo desapareció a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.
¿Cuál es la relación de la ‘tercera vía’ con el liberalismo?
Trato de no usar el término liberalismo porque significa cosas distintas. En Estados Unidos se entiende por liberalismo lo que nosotros llamamos socialismo. En el Reino Unido, liberalismo significa libertad individual. En España o en Francia tiende a significar libre mercado. Habría otra acepción, que es la que prefiero. Existen áreas en las que debe funcionar el libre mercado, con relaciones de competencia. Por otra parte, deben establecerse políticas democráticas eficaces. La cuestión es fijar los límites. Por ejemplo, ¿cuánta organización comercial se puede introducir en las escuelas o cuánto del sector privado puede operar en la sanidad? Hay que experimentar con estas aproximaciones para ver lo que funciona mejor. Los partidarios de un izquierdismo tradicional aseguran defender los servicios públicos, pero a menudo confunden servicio público con servicio estatal. Con frecuencia, el Estado es ineficaz, está dominado por la burocracia.
¿Cuál es el papel del Estado, entonces?
Debe concentrarse en áreas en las que no conviene que el mercado se introduzca demasiado, y esto incluye una parte importante de la educación, de la sanidad, de las infraestructuras. Pero no tendría sentido tampoco que un monopolio público se sustituyese por un monopolio privado, o al contrario.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
El Estado no siempre representa el interés público. Puede verlo en los supermercados, si se me permite la comparación. Todo el mundo debe tener acceso a la comida. Pero nadie, que yo sepa, pretende que el Estado se lo garantice. Los supermercados lo hacen bien y con eficacia, dentro de unas normas sanitarias. El Estado se limita a establecer esas normas.
¿Y por lo que respecta a la seguridad?
La izquierda no puede dejar este asunto en manos de la derecha. Tiene que ofrecer respuestas adecuadas para hacer frente a la delincuencia; reconocer que la delincuencia es un asunto que preocupa a los ciudadanos, sobre todo donde el desempleo es elevado. Y tienen que ser respuestas para aquí y ahora, no limitarse a pronosticar que la delincuencia se resolverá cuando la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
No podemos conformarnos con la idea de que estamos familiarizados con el terrorismo, porque el nuevo terrorismo es más peligroso. Es preciso encararlo, y en la mayoría de los países europeos se ha rechazado hacerlo. En Holanda, por ejemplo, los socialdemócratas lo descubrieron demasiado tarde, y la situación llegó a ser muy difícil. Jospin cayó ante Le Pen porque prefirió ignorar el debate. Lo mismo ocurrió en Dinamarca, y avanzó el populismo.
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